jueves, 12 de marzo de 2009

19 de marzo, San José, Día del Padre


San José es uno de esos grandes personajes históricos, un pilar ignorado del entramado cristiano. Padre terrenal del Hijo de Dios, emparejado con la Virgen María, un carpintero mayor que acogió a una chiquilla que se había quedado embarazada sin preguntarse cómo ni por qué, y que posiblemente nunca fue consciente de que el niño que ella esperaba estaba destinado a hacer grandes cosas.

Yo no sé si la historia de San José fue cierta o no, como tampoco sé si María realmente fue virgen o no, eso queda para las explicaciones y las elucubraciones de los teólogos. Pero sí sé lo que significa. Porque, como Adán, Eva, la serpiente, Dios y el árbol del bien y el mal componen una bella metáfora de las relaciones entre seres humanos (ver Por ellas, para ellas... y de ellos), lo que nos ha quedado de San José es un curioso ejemplo en la sociedad judía de aquella época, patriarcal donde las haya.

Quizás fuese un caso anómalo, o quizás en aquella época el hombre también fuese un personajillo marginal en el orden familiar como sucede ahora. Resulta extraño pensar en que un todopoderoso judío pudiese tener con él a una mujer embarazada con la que no había tenido ningún tipo de relación carnal (recordemos que en aquella época a las adúlteras se las lapidaba). Es tentador pensar que, en realidad, los hombres de aquella época dependían de las mujeres más de lo que parecía y que, a pesar de las apariencias y de todo lo que nos han contado sobre su mundo patriarcal, estaban más dominados por la belleza y por ellas de lo que pudiera parecer. En "Caballo de Troya" J.J. Benítez sugiere que María era en realidad una mujer con mucho carácter y un temperamento ligeramente agresivo.

El caso es que José es mi héroe y por eso estoy orgulloso que lo hayamos elegido como el representante de todos los padres y su día sea nuestra fiesta, aunque a algunas cabezas del feminismo radical imperante les resulte molesto que se pueda festejar un día así. José fue un hombre tan oprimido como lo somos todos y cada uno de nosotros, y no porque eligió la convivencia con una mujer de cuyo hijo no era el padre, sino porque ha sido el gran ignorado del cristianismo, porque se le relegó a un segundo o tercer plano, porque jamás se le hizo caso, porque murió joven, porque nunca supimos qué necesitaba o qué sentía, y porque sólo se le ha considerado el individuo que dio soporte y apoyo a la madre de un personaje histórico.

¡Festejemos a San José!

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