lunes, 31 de agosto de 2009

Estrés post-vacacional

Se acabó agosto y con él las vacaciones estivales de una buena parte de la población. Unos acaban de terminarlas, otros las disfrutaron al principio de verano, y algunos pocos todavía se han reservado unos cuantos días de asueto. Todos ellos han tenido, tienen o tendrán que reincorporarse a sus lugares de trabajo y este regreso en general no suele ser la experiencia estival más agradable.

UN NUEVO SÍNDROME

Desde hace un tiempo se ha acuñado uno de esos pseudo-diagnósticos con escasa validez científica para describir el conjunto de pensamientos y acciones que presentan las personas que tienen que volver a su rutina diaria tras el parón: El síndrome de estrés post-vacacional. Antes de esto, a uno le fastidiaba volver a incorporarse y ahí acababa todo.

Ahora no. En pleno siglo XXI parece que somos más conscientes y más sensibles a las necesidades de nuestros coetáneos y los sesudos pseudo-investigadores de la psique humana han descubierto que regresar a la triste rutina cotidiana produce en personas predispuestas una mezcla de ansiedad y depresión que puede derivar en algo más grave, requerir tratamiento profesional e incluso en los casos más graves una baja laboral durante la que la persona ha de seguir un proceso que le permita recuperarse y volver al lugar de trabajo en plenitud de facultades para desempeñar su tarea.

INDICADORES

¿Cómo puede uno saber si ha caído en el temido síndrome de estrés post-vacacional? Los indicadores más preocupantes se dan cuando se tienen dificultades para conciliar y mantener el sueño los días previos a la temida vuelta, si se pierde el apetito y uno se siente desmotivado. Junto a esto aparecen pensamientos, que muchas veces son vividos como profundamente problemáticos por la persona que los experimenta, en los que uno se siente inútil, desesperado, piensa que no vale para el trabajo o incluso que no quiere volver porque considera que allí no se realiza adecuadamente. El llanto fácil y frecuente junto con el incremento de la irritabilidad y la pérdida de las ganas de enfrentarse a la vida son síntomas que, a decir de los expertos, no deben dejarse de lado y deben consultarse con un profesional que indique si es necesario o no recibir algún tipo de tratamiento.

PREVENCIÓN

Sería importante poder prevenir el síndrome de estrés post-vacacional para que no surgieran los síntomas ni la necesidad de buscar ayuda profesional. Pero, ¿cómo? Los expertos consultados recomiendan que no haya cambios bruscos en la actividad hacia el final de las vacaciones, dejando tres o cuatro días desde el regreso del lugar donde se han disfrutado y la incorporación al entorno laboral. Otros, en cambio, plantean que esta forma de actuar puede ser contraproducente porque puede generar pensamientos negativos que incrementen la ansiedad anticipatoria y consecuentemente la dificultad para volver en plenitud de facultades al lugar de trabajo.

Una línea prometedora en el abordaje de este delicado problema plantea un modelo de actuación totalmente diferente: Se trataría de modificar la percepción del problema haciendo que la persona sea consciente de que lo habitual no es estar de vacaciones sino trabajando y que éstas, lejos de ser una pequeña isla de vida en un océano de trabajo, son en realidad una pequeña parada biológica que tiene una fecha concreta de finalización. Se trataría de acabar con la concepción de que la vuelta al trabajo es evitable, y de que éste es algo facultativo de lo que se puede prescindir: Si uno quiere ganar dinero tiene que trabajar para conseguirlo, eso de que le paguen durante un mes por no hacer nada no es lo habitual, ni puede llegar a serlo nunca.

El trastorno por estrés post-vacacional entronca con la filosofía de baja tolerancia a la frustración que impera en nuestra sociedad occidental del siglo XXI. En consonancia con el sueño americano del siglo XX, el imaginario colectivo tiene la idea de que las enfermedades, los accidentes y los terremotos son cosas que sólo les ocurren a los demás, que la medicina puede curar todo tipo de enfermedades y que cuando no es así se debe a una desgraciada negligencia del médico, que tenemos que ser felices todo el tiempo, que la gente va a ser buena y caritativa con nosotros y tantos principios enraizados en un buenismo absurdo que nos está convirtiendo sin remisión en animalitos intolerantes con la frustración propia pero muy capaces de soportar sin ningún tipo de molestia la ajena.

No, señores, cuando el período vacacional termina uno tiene que volver al trabajo, se sienta triste, nervioso o como le dé la gana. Y que no nos vengan con palabrejas absurdas para describir el Síndrome de Bartolo, aquel que además de tener una gaita con un agujero solo era más vago que la chaqueta de un guardia.

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